El
recuerdo de los retratos que Velázquez realizó de diversos miembros de la familia del
rey Felipe IV parece haber presidido la ejecución de esta pintura, un tanto mediocre de
calidad por su acusada planitud, sobre todo en lo que se refiere a la figura, de actitud
muy envarada y poco natural. Cubierta con tocado de plumas complementado con otras blancas
salpicadas de rojo y azul y gran lazo rojo, la infanta, que luce grandes pendientes, viste
ropa o jubón ricamente decorado y con mangas abullonadas y acuchilladas. El amplio
escote, que responde al tipo llamado "degollado" porque tal sensación daban las
damas que lo lucían, deja los hombros al descubierto, correspondiendo a la moda de los
años del reinado de Carlos II, ya en la segunda mitad del siglo XVII. Con la mano
derecha, la infanta sostiene el cañón de una escopeta, mientras que, con la izquierda,
sujeta la correa de un perro. El fondo de paisaje, bastante mejor de factura y cromatismo
que dama y can, intenta reproducir en el lado izquierdo las lejanías serranas de los
cuadros de Velázquez.
ANÓNIMO ESPAÑOL (Segunda mitad del siglo XVII) |