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Para llevar a cabo la ejecución de una amplia labor arquitectónica Carlos III se inclinó hacia los planteamientos  racionalistas   y  de  incipiente  o  pleno  neoclasicismo,  en   lugar  de continuar  el desaforado  barroquismo  desarrollado en los años anteriores. A tal fin depositó toda su confianza en este campo  en   un maestro cuya capacidad y prestigio le resultaban sobradamente conocidos por   haberlo  tenido  a  su  servicio  en  tierras   de  Nápoles.  Se  trataba  de   Francisco Sabatini, el arquitecto  que,  al  decir  un  tanto  crítico  de   Ceán  Bermúdez,  se  convirtió  en  el  profesor   más condecorado de Europa en la historia de la arquitectura moderna.

Nacido  en  la  localidad  italiana   de  Palermo  el  cinco  de marzo de 1721, Francisco Sabatini estudió Humanidades, Filosofía y Matemáticas, para inclinarse más tarde por las Bellas Artes.

En 1749,  Sabatini se desplazó a Roma para estudiar   arquitectura,  siendo  nombrado,  al año siguiente, alférez de artillería. Tras continuar su carrera de arquitecto en la Ciudad Eterna, en 1756 marchó a Nápoles y allí fue ascendido a teniente, entrando al servicio de la corte de Carlos VII.

Llamado  más  tarde  a  España   por  Carlos III,  Sabatini,  según  las  noticias   transmitidas por Llaguno-Ceán,  "vino  en  el  citado   año  de  1760  y se  ingirió  en  el  Real Cuerpo de Ingenieros".  Sabatini entró al servicio del rey con fecha 21 de junio de 1760, en calidad de ingeniero ordinario, siendo nombrado arquitecto mayor de las obras reales el once de julio siguiente. Trazó y dirigió la casa   o  fábrica  de  porcelana,  que  estaba  en  el   Buen  Retiro;  la arquitectura  del  sepulcro  de Fernando VI, colocado en la iglesia de las Salesas Reales; la ampliación de las obras del Palacio Nuevo,  del de Aranjuez y  del Prado; el empedrado de  Madrid y limpieza de sus calles; la reforma de  los  planos del  Hospital General  y del convento e iglesia de San Francisco el Grande; hizo los de la  Real Aduana , los de las puertas de  Alcalá y  San Vicente;  los de  la casa  que se construyó para el Ministro de Estado, junto a la de doña María Aragón y de la contigua, para habitación de él mismo; los de las obras de la calle  Nueva o   Nueva Regalada, en que están situadas estas casas; los de la cloaca y bajada al río hasta la puerta de San Vicente, los del cuartel de caballería y los de otros varios edificios en la Corte.

En el Palacio Real,  Sabatini trazó la nueva escalera en lugar  de  la  proyectada por  Sachetti y también  construyó   el  edificio  de  las  Caballerizas  en  el   lado  norte del conjunto, no habiéndose realizado,  sin embargo,   el  ambicioso proyecto que formulara para  la ampliación de la capilla por el lado norte.

La continuada  e infatigable actividad de Sabatini fue truncada por su fallecimiento, acontecido el 19 de diciembre de 1797 en su casa de la madrileña plazuela de los  Afligidos,  en las llamadas "Casas de la Administración".


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