La decoración escultórica del edificio de
la Real Aduana, con ser bastante breve, no deja, sin embargo, de tener extraordinaria
importancia al contar entre sus manifestaciones varias ménsulas que soportan el gran
balcón de la fachada principal y un excelente escudo con las armas reales en el centro de
la misma.
Sabatini consideró conveniente que fuese Roberto Michel quien se encargara del trabajo en
consideración a que era escultor del Rey y a que, en razón de tal condición, disfrutaba
de sueldo de la Casa Real, lo que habría de permitirle realizar la obra en mejores
condiciones de precio que ningún otro artista.
Roberto Michel, nacido en 1720 en la localidad francesa de Puy del Velay
(Languedoc) y formado con varios artistas en Lyon y Montpellier, había venido a España
en compañía de su maestro, el flamenco Luquet. Establecido en Madrid desde el 30 de
octubre de 1740, completó sus estudios en las aulas de la futura Academia de Bellas
Artes, de la que en 1752 sería nombrado Teniente de Escultura, llegando a ocupar, en
1763, la plaza de Director de la misma Sección por deseo de Carlos III. Artista de estilo
clasicista y académico, Michel trabajó ampliamente en Madrid, en donde se cuentan como
suyas varias esculturas en el Palacio Real, así como los dos leones de la madrileña
fuente de Cibeles, unos tritoncillos de las Cuatro Fuentes del paseo del Prado y la
decoración escultórica de la Puerta de Alcalá en la parte que mira hacia el centro de
la ciudad, amén de otras creaciones suyas como las existentes en la colegiata del Real
Sitio de la Granja de San Ildefonso, en el Pardo y en Aranjuez, así como en Pamplona, el
Burgo de Osma (Soria), etc. En marzo de 1785 fue designado Director General de la Real
Academia de San Fernando, cargo que ejerció apenas un año, por haber fallecido en Madrid
el 31 de enero de 1786, siendo enterrado en la parroquia de Santa María.
Recibida la oferta de parte de Sabatini, Michel propuso colocar bajo el
balcón principal cuatro modillones de siete pies de altura y cinco de salida o voladizo,
valorando la hechura de cada uno en cuatro mil reales, así como tres cabezas de leones,
de cuatro pies en cuadrado y dos y medio de salida, por dos mil reales cada una,
completando el ornato un gran escudo de armas de ocho pies de altura y tres de salida,
acompañado a los lados por dos figuras femeninas de famas de siete pies de alto,
evaluando cada una de estas tres piezas en nueve mil reales.
En la realización de las esculturas se emplearon seis piezas de mármol
con un peso total de 1.129 arrobas, que fueron traídas de la localidad lusitana de Borba,
cerca de la frontera con Badajoz, desde donde fueron transportadas hasta Madrid en
compañía de otras destinadas a la decoración del Palacio Real Nuevo, por lo que las de
la Casa Aduana vinieron señaladas con una letra A de color encarnado para diferenciarlas
con claridad.
En las claves del acceso central y de los dos extremos de la fachada
figuran unas cabezas de león de extendida melena -los de los extremos mordiendo una
argolla-, cuyo aspecto es muy similar al del que preside la puerta principal del Palacio
Real en la fachada de la Armería y a los de las claves de los tres vanos centrales, del
lado que mira a la Villa de la Puerta de Alcalá, obra igualmente de Michel.
Con respecto a las cuatro ménsulas que sostienen el balcón, las de los
extremos representan una especie de monstruos de cabeza leonina que parecen morder una
cinta que arranca de las volutas de la parte superior, en tanto que las dos situadas hacia
el centro presentan rostros femeninos adornados con cintas que, desde las sienes, van a
unirse con el arranque de las volutas.
Puesto que también a los monarcas de la Casa de Borbón gustó situar
grandes escudos de armas en las fachadas de los edificios oficiales, Sabatini dispuso la
ubicación de uno de tamaño considerable en el exterior de la Real Aduana, escudo que
aparece sostenido por dos figuras femeninas de famas que reposan sobre el curvo frontón
de remate de la ventana central del balcón, sosteniendo en sus manos sendas trompetas de
bronce. |